sábado, 2 de enero de 2010

El Quinto Jinete del Apocalipsis: El Tratado de Libre Comercio


Testimonos

Por Cipriano Barreto Mendoza

Nuestro País ha sido víctima de varios “complós”, diseñados y ejecutados por un gobierno que no puede renunciar a su naturaleza del “Destino Manifiesto”. Su vocación imperialista ha impedido, por las “buenas” y por las malas, que México y toda Latinoamérica y el Caribe se equivoquen o acierten, en la construcción de su futuro.
La independencia de los EUA, de la Corona Inglesa, trajeron para nuestros pueblos nuevas cadenas prestas a sustituir a las que nos mantenían sujetos a los Imperios Europeos.
Aunque Latinoamérica buscó forjar su propio destino, en muchos casos contrarios al liberalismo que se construía en Europa, las cúpulas autóctonas decidieron mantener el statu quo, que significaba analfabetismo y sobre explotación del 90% de la población fundamentalmente indígena y mestiza. Los españoles, peninsulares y criollos se dividieron en mantener las cosas o en abrirse a los nuevos tiempos.
Nuestros pueblos se polarizaron, por las corrientes antagónicas que se daban en las cúpulas. Los bandos buscaron atraer a las masas con señuelos religiosos o de mejoras en su situación económica y social.
En México, se levantó como estandarte a la Virgen de Guadalupe y se habló de liberar a los esclavos y del reparto de tierras. De todas las promesas, sólo se cumplió el tutelaje de la morenita.
Aunque las colonias españolas y portuguesas tenían enormes ventajas territoriales y económicas sobre las inglesas y francesas, éstas tenían una ventaja ideológica: la de la Revolución Francesa. La ruptura del orden existente monárquico y romano, liberó nuevos demonios y ángeles que pronto asimilaron, en lo que les convenía, las Trece Colonias Inglesas quiénes con su independencia, adaptaron las nuevas ideas a sus intereses expansionistas.
La independencia de unos significó la nueva esclavitud de otros. Por su incapacidad de leer los nuevos tiempos. Mientras las excolonias inglesas evolucionaban en algunos asuntos clave, en las excolonias hispanas se trató de resucitar al viejo régimen.
El resultado es que nos hicimos más vulnerables y nuestra “independencia” se hizo de papel.
La Revolución Mexicana, trató de levantar un puente entre lo viejo y lo nuevo, pero de nueva cuenta, el impulso independentista que existía en nuestra sociedad se vio frenado y totalmente desviado por vientos no liberales sino neoliberales que le daban un peso enorme al fraude ideológico de que “el Mercado podría autorregularse”. Esto significaba que el mercado iría contra su naturaleza de “buscar la máxima ganancia, con la menor inversión”. Al satanizarse la intervención del Estado para regular a las fuerzas del Mercado, se desataron todos los demonios y se encerraron los pocos ángeles, que habían dado una salud, educación y un relativo crecimiento del PIB del 6% durante 12 años (1958-1970). Los sexenios de Adolfo López Mateos y de Gustavo Díaz Ordaz.
Un abogado y no un economista, Antonio Ortiz Mena fue el arquitecto del milagro mexicano que fue saboteado por los economistas educados en las principales universidades de EUA y que fueron impulsados a los primeros puestos del País, la Presidencia de la República inclusive, para dar al traste con nuestro desarrollo y justicia social, para dar paso galopante, a la concentración del ingreso y al desplome de todas las mejoras evidentes, económicas y sociales, pero con un, también evidente, control político de un partido hegemónico: el PRI.
Los avances económicos y sociales, no estaban correspondidos con los políticos y ese fue el argumento real, para trasformarlos pero a costa de los primeros. En lugar de mantenerlos, se les aplicó el freno y se dio todas las libertades, habidas y por haber, a las Reformas Políticas mientras que la Economía y lo Social se iban a pique, por la falta de una conciencia ciudadana que mantuviera sus banderas o que no las cambiara por un plato de curules y puestos públicos.